En las últimas horas la inquisición “nacionalbarcelonista” está emitiendo todo tipo de condenas desde sus brazos mediáticos. Sin embargo, lo que más llama la atención es esta especie de moralina hipócrita que destilan tertulianos, políticos y quintacolumnistas de tres al cuarto.
Vayamos por partes. Antoni Bassas, reputado periodista del Diari Ara y candidato a la vicepresidencia azulgrana con Víctor Front, afirmó en una editorial: “El Espanyol vive con problemas para definir una imagen moderna y ganadora, y no acomplejada, en la sombra del Barcelona. No es fácil, pero el Girona bien que lo está logrando”. Varias objeciones al respecto. Primero, asociar los triunfos deportivos a la modernidad es cuanto menos cuestionable, haría bien en recordar la sequía culé de los últimos años. Por lo tanto, convendría ahorrarse la primera observación, no vaya a resultar que Cataluña sea tierra de antimodernos.
Segundo, implícitamente se intuye que por acomplejado entiende no amordazado a la ley del silencio. Alzar la voz cuando se tiene en nómina a quien designa a los árbitros; hacer lo propio cuando la Generalitat (la casa común del soberano) riega con fondos públicos a un club en quiebra y cuyas maniobras de subsistencia son de dudosa legalidad; o denunciar que un periódico como El Mundo Deportivo publique en portada el fichaje de Cesc Fábregas antes que el fallecimiento de Dani Jarque; queridos lectores, por orden de Antoni Bassas, es de acomplejados. Tercero y último en esta primera parte, a colación de la identidad modélica del Girona FC: ¿no se ha parado a investigar el trato afable institucional-mediático que recibe y cuál es la motivación que lo propicia? En cualquier caso, ¿recuerda Bassas quiénes hemos proveído más canteranos al club gironí y al resto de clubes
catalanes? Imagino que tal actividad proyecta también una imagen deplorable de la entidad.
En la misma línea se expresaba Bernart Dedéu, filósofo de cabecera de El Nacional.cat, quien tildaba de “fascista” el asalto al terreno de juego. Sorprende que tras denunciar la nebulosa metafísica que encubre el debate público: provocación o violencia injustificada, le siga de manera concomitante una ridícula conclusión: “los blanquiazules toleran el fascismo”. ¿Qué entenderá este “filósofo”, de ínfima honestidad intelectual, por fascismo? ¿Es el club de Carlos Ibáñez —militante de la CNT fusilado durante la dictadura— una amalgama de fascistas de toda índole?, ¿sobre qué presupuestos afirma que “el asalto”, reprobable, viene dado por convivir y alimentar tal lacra? En fin, poco se puede esperar de un sujeto que articula una reprimenda en torno a la excelencia moral de Jan Laporta. Resume muy bien lo que ocurre en casa nostra, ya no es sólo aquello de consejos
vendo…, sino que no hay reparo alguno en que los límites conductuales sean unos u otros en función de los apellidos. Dicho de otro modo, de la zamarra de turno que porte el infractor.
No me molestaré en detenerme con la contertulia de Els Matins de TV3. Sus declaraciones
equiparando a los condenados por delitos de sangre de EH Bildu con el noveno candidato a la alcaldía por el PP de Sant Joan Despí que saltó al césped, denotan una enorme ética periodística. Por cierto, ahora que Jordi Roures es querellante, abogado, fiscal, juez y baluarte del estoicismo catalán, ¿ya nadie recuerda que para evitar pagar a los periodistas que trabajaban en sus medios, los llevaba a juicio ante cualquier declaración pública que efectuaran contra su mala praxis? Con ello y ante la falta de recursos económicos para una buena defensa, acabó evitando que muchos solicitaran aquel dinero que les correspondía. ¿Es entonces Roures un sujeto apto para abordar el asunto de la corruptibilidad humana?
Tampoco es necesario detenerse con Pilar Carrancelas, asidua de 8TV, para quien los pericos somos una especie de nazis en potencia y Joan Collet nuestro führer. Una mujer repleta de histeria que adolece de memoria, pues hace pocas semanas se agredió a un aficionado del Atlético de Madrid en el Spotify Stadium y no la escuché reclamar sanciones ejemplarizantes.
El caso es que asistimos a una campaña de desprestigio que, lejos de querer informar sobre lo acontecido el pasado domingo, busca eliminar disidentes en aras de imponer un arquetipo de buen catalán. Es por ello que no podemos ni debemos permanecer callados, nuestro silencio no sólo nos conduce inexorablemente al ostracismo social, sino que no es otra cosa que la antesala a nuestra desaparición. Vamos, la materialización de su deseo. No aceptemos lecciones morales de quienes nunca fueron ejemplo de nada. Quienes nos inculcaron esta pasión nunca nos perdonarían que dilapidáramos el legado de tantos otros que nos precedieron. Empezando por el propio Ángel Rodríguez, primer rebelde frente a la tiranía.