El humilde y proletario barrio del Clot, donde tuve la suerte de criarme, cuenta con pocos vecinos ilustres. Pero auténticos y singulares. Posiblemente el más célebre es Loquillo, rockero que marcó a mi generación y que jamás deja indiferente.
El otro es Xavi Moya. Más allá de sus logros en el boxeo, tenía un gimnasio en la calle Rogent donde enseñaba los trucos del arte pugilístico. Disfrutaba y seguía disfrutando de un gran éxito. Le adoraban y la prueba es que ayer la puerta del mismo apareció llena de flores, velas y mensajes.
Le conocí a finales del siglo pasado, cuando le propusimos ser columnista en Primer Equip, un periódico perico bisemanal que osó salir en los quioscos antes que ningún otro. Junto a Alberto García, Silvia Roca y Miquel Fernández emprendimos una aventura inolvidable y el bueno de Moya aceptó la oferta de unos periodistas casi imberbes. Sus artículos rezumaban espanyolismo en estado puro y sus textos eran auténticos crochets.
Un militante que subía al cuadrilátero para defender la causa blanquiazul y jamás arrojaba la toalla. Un maldito accidente segó su vida demasiado pronto. Descansa en paz, tocayo. El cielo es hoy más blanquiazul.
DEP, Xavi Moya!…
Jamás tires la toalla allá donde estés!